Publicado el 1 comentario

Tomás Moro y su Utopía   José Gómez Cerda

Tomás Moro y su Utopía

 

José Gómez Cerda

 

Mi último libro es “Tomás Moro, político y Gobernante”, un personaje de importancia general, sin embargo, muy desconocido en muchos sectores.  El es el patrón de los políticos y los gobernantes, sin embargo, pocos conocen su grandiosa obra.

 

Además de ser un modelo para los abogados, los juristas, los laicos católicos, como político, presidente de la cámara de los comunes en Inglaterra, canciller y mártir por defender sus principios y convicciones, él escribió uno los libros políticos de mayor transcendencia;  UTOPÍA.

 

En el caso concreto de “Utopía”, la estructura de la obra y la técnica del diálogo que emplea su autor, hacen de ella una obra que cumple a la perfección lo que se propone tratar sobre la mejor forma de una comunidad política.


Tomás Moro no busca programas de acción inmediata –tarea que corresponde a los cristianos bajo su personal responsabilidad- sino líneas maestras y principales para la edificación de una futura sociedad.

 

El punto de partida de Moro no es una búsqueda de lo que sería idealmente justo en el mundo, sino un método eficaz de trabajo para exponer lo que realmente tenía de malo la sociedad de esa época.  Utopía es lo contrario de un Estado próspero en desarrollo económico.

 

Y si no se dan allí las matanzas o revueltas porque se trata de un Estado en el que los valores espirituales y materiales se desarrollan al mismo tiempo, en un sistema de libertad y tolerancia, que encamina toda actividad hacia el servicio comunitario, haciendo que la isla entera constituya una especie de única y gran familia. Utopía es un instrumento de reflexión -con un método sin duda peculiar, novedoso y eficaz-, para la búsqueda de un mundo mejor.

 

Destacamos tres temas de esa obra que consideramos especialmente relevantes:


  1. La supresión del dinero,

  2. Eliminación de la propiedad privada; 

  3. La dignidad y relevancia humana; El trabajo humano; 


Clave del libro, es la visión comprensiva que Moro posee de los acontecimientos que describe y analiza.  Para que todo vaya bien en la sociedad habría que acabar con la propiedad privada. El dinero es el causante de casi todos los males que acaecen en una sociedad… 


¿Es el dinero la raíz última de los males?. ¿Es el dinero uno de los eslabones en el determinismo mecanicista de la historia? O, puesto de manera más positiva, ¿la eliminación del dinero en Utopía, y con ello la posibilidad de acumular bienes privados, es razón del bienestar de los utopienses? 


¡No, no es ésa la razón!, sino otra bien distinta.  Si los negocios humanos funcionan bien en Utopía, si la gente trabaja y cede voluntariamente el producto de su trabajo, si no existe codicia por acumular bienes ni intención de alzarse con el poder… es porque los valores espirituales priman sobre los materiales.

 

No es porque no exista el dinero, o la propiedad privada. Es el amor al prójimo y la esperanza de una vida futura premiada por Dios, lo que les mueve a trabajar y servir a sus conciudadanos.

 

Más allá de la desaparición de la propiedad privada o del dinero, la lección que quiere dar Moro es ésta: “que la ambición, el orgullo y los vicios sensuales han rebajado de tal forma la conducta cristiana de los pueblos. Que es vergonzoso contemplar cómo los utopienses, que no han recibido la Revelación, se mantienen a un nivel superior al de los reinos que se llaman cristianos.

 

Quien hace del dinero, o de la posesión de bienes, la fuente de los vicios, está en realidad transfiriendo las funciones económicas de estos medios a la esfera ética, midiendo los males por las riquezas y haciendo al dinero patrón de la esfera moral.

 

¿Puede un político ser honesto, si se dedica a fabricar bebidas alcohólicas, ser dueño de bancas de juegos de azar, traficar con drogas, robar, promover vicios…? ser corrupto. A engañar a sus clientes…

 

Porque cuando una sociedad no responde a la llamada de Dios, y la desprecia, viene a caer en una situación más lamentable que la de aquellos que se guían por la mera razón natural.

 

Tomás Moro da gran importancia a la educación para obtener estos objetivos. El principal personaje de Utopía es Rafael Hythiodeo, un portugués, que dice que viajó con Américo Vespucio, es el personaje principal, él  es quien  conoce a la isla UTOPÍA. El dice; La educación no es para formar a personas como ladrones, que luego habrá de ajusticiar, sino debe ser conforme a las verdaderas virtudes cívicas.

 

Tomás Moro le propone a Hythlodeo que todo lo que ha aprendido en sus viajes y en la isla de Utopía lo lleve a la Corte, para enseñarlo y que sirva de orientación a los que gobiernan.

 

Si no es posible erradicar de inmediato los principios erróneos, ni abolir las costumbres inmorales, no por ello se ha de abandonar la causa pública, que es la política. El buen saber político tiene una forma y un tiempo que resulta indispensable cuidar.

 

En el pasaje de Utopía donde se trata de los cargos públicos en la isla se dice, por ejemplo, que “a las sesiones del Senado asisten dos sifograntes (ancianos sabios, jefes de tribu), distintos cada día, estando previsto, que no se ratifique ningún asunto tocante al Estado si no ha sido sometido a debate en el Senado por lo menos tres días antes, para que ellos conozcan y estudien los asuntos, sin improvisaciones.

 

Todo intento de resolver asuntos públicos fuera del Senado o de las asambleas de ciudadanos, se considera gravísimo delito”.

 “El hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral. Ésta es la luz que iluminó su conciencia.

 

Cuando vemos que muchas veces el dinero o el “tener” es el motivo único de tantas personas en la política −cuando se hace gala más lo que se tiene, que lo que se es−, comprobamos cómo ese modelo de vida genera tantas discriminaciones y abusos de los derechos humanos.

Cuando encontramos un político honesto, como fue Tomás Moro, es un gran descubrimiento.

 

Es Rafael Hythlodeo el que hace la descripción de Utopía y describe las bondades de la isla, que según él mismo considera, serían consecuencia del sistema económico que rige en la isla, de esa visión comunitaria que él mismo ha visto y disfrutado, y en la que no existe ni dinero ni propiedad privada.


Hythlodeo; De todas maneras, mi querido Moro, si he de decirte con sinceridad lo que tengo en mi conciencia, me parece que donde quiera que exista la propiedad privada, allá donde todo el mundo mida todo por el dinero, resultará poco, menos que imposible, que el Estado funcione con justicia y propiedad.

 

Estoy firmemente convencido de que será imposible una distribución justa y equitativa de los bienes y una satisfactoria organización de los asuntos humanos, si no se suprime totalmente la propiedad privada.

 

Moro: “Pues yo pienso todo lo contrario. Jamás será posible el bienestar allá donde todos los bienes sean comunes.

 

¿Cómo se va a conseguir que haya abundancia de bienes si todo el mundo se sustrae del trabajo? No sintiéndose urgidos por necesidades personales, los hombres se volverán perezosos, confiando en la laboriosidad del prójimo. Y al verse hostigados por la pobreza, y sin ley que proteja el derecho a los bienes que se han adquirido, ¿No se debatirán irremediablemente en perpetua matanzas y revueltas?

 

La propuesta de suprimir el dinero, y con él la propiedad privada, no supone inferir una postura pesimista por parte de Moro.  ¿Quién ignora que los fraudes, robos, rapiñas, reyertas, motines, guerras, levantamientos, asesinatos, traiciones y envenenamientos quedarían definitivamente extinguidos junto con la supresión del dinero?


Y al mismo tiempo que el dinero, desaparecerían también el temor, la inquietud, las preocupaciones, las fatigas y vigilias, y hasta la pobreza misma −única que parece andar corta de dinero−; también ella decrecería tan pronto se eliminase totalmente el dinero en el mundo”

 

 

El trabajo, como elemento necesario y prioritario en la vida de los utopienses, se destaca como referencia constante en la obra de Tomás Moro. Lo considera elemento indispensable para una sociedad que, como UTOPÍA pueda ser considerada feliz y próspera.

 

En el libro primero de Utopía, Moro se duele de esa sociedad que se llama cristiana, pero donde el dinero lo puede todo y los hombres rehúyen el trabajo, tratando de triunfar a costa del sudor ajeno. La contrapartida se hallaría en la isla de Utopía, que aun siendo pagana, nos da ejemplo de vida honrada y laboriosa. El trabajo se trata de modo específico en el capítulo dedicado a las artes y oficios de los utopienses.

 

En Utopía nadie anda ocioso, sino que todos trabajan, de un modo armónico y equilibrado. En Utopía el trabajo es algo esencial, pero nunca se tratará de un fin de la buena vida, sino un medio para la vida buena.

 

Tomás Moro no perderá jamás , ni en la obra ni en su vida, la jerarquía de bienes y amores que ha de tener la vida cristiana; y por lo mismo tendrá muy clara la distinción de lo que son fines, por más ocultos o espirituales que sean, y lo que son medios, por más manifiestos y materiales que se muestren.

 

En Utopía se trabaja tan solo seis horas al día, con tiempo libre para comer, divertirse y dedicarse a las cosas del espíritu. Seis horas bastan porque se trabaja con intensidad y porque nadie se crea más necesidades que las que exige la vida. Los únicos no obligados al esfuerzo son los viejos y los enfermos.

 

Es muy positiva por tanto la valoración que se hace en Utopía de los oficios, hasta el punto de prescribirse que “todos −hombres, y mujeres− han de aprender un oficio”.Pero dentro de ese principio general, Moro destaca de entre todos los oficios, uno que se considera obligatorio para todos los ciudadanos; es la agricultura.

 

En efecto, todos los utopienses sin excepción, sea cual sea el oficio que tengan; a veces se tratará además de trabajos en el campo, se instruyen en el arte de la agricultura desde la niñez.

 

En este sentido, Tomás Moro, imbuido quizá por el espíritu religioso que hacía de la agricultura una ocupación digna y necesaria para los mismos monjes contemplativos. “De todo lo que sirve para la adquisición de bienes, nada es superior a la agricultura, nada es más fecundo, ni más agradable, ni más digno de un hombre libre”

 

¿Por qué? Porque en ella el trabajo en la agricultura está conciliado con la seguridad de poseer bienes suficientes (excedentes) para su subsistencia, y un sistema de solidaridad que aleja a los utopienses de todo posible temor por su mantenimiento y estabilidad económica.

 

En el caso concreto del trabajo en la agricultura aún es más manifiesto, porque lo propio de un verdadero humanista, es ese intento de armonía entre la ciudad y el campo, la urbe y el agro. Para los ciudadanos de Utopía, el trabajo es signo y medio de liberación humana y base de la dignidad individual. Así es la vida y obra de este político honesto, llamado Tomás Moro. “El hombre no se puede separar de Dios, Ni la política de la moral”. Tomás Moro

 

UTOPÍA es un país en el que no existe nada privado, todo es común y por lo que nadie carece de nada. Sus habitantes son ricos aunque nada posean.  La idea de una isla “ningún  lugar” es una imagen perfecta, porque supone la necesidad de descubrir ese lugar.

 

Unos de los antecedentes a la obra de Tomás Moro, son LOS HECHOS DE LOS APOSTOLES, que dice; “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma y nadie consideraba suyo lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común…

 

No había entre ellos ningún necesitado porque los que eran dueños de campos o casas los vendían, llevaban el precio de la venta, lo ponían a los pies de los apóstoles y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos 4, 32-35).

 

Este pasaje de los Hechos  de los Apóstoles, describe bien a Moro no sólo por ser mártir de la fe,  sino por su honestidad, coherencia y testimonio de vida cristiana, por su unidad de vida.


Junto a los Hechos de los Apóstoles, en Tomás Moro hemos de destacar la influencia notable de San Agustín, como lo demuestra el hecho de que en sus escritos sea el autor más citado entre todos los Padres de la Iglesia. Tenía un profundo conocimiento de “La Ciudad de Dios”, el libro de San Agustín, sobre los dos amores que fundaron sendas ciudades; la terrena y la celestial.

 

Ambos autores buscan ante todo comprender la relación entre la Ciudad de Dios, que no se puede, ni se debe identificar con la Iglesia terrenal, y la Ciudad de los hombres, tampoco identificable con cualquier tipo de forma de gobierno.

 

En ese sentido, las obras de San Agustín y Tomás Moro, leídas en sus contextos históricos llenan de luz la doctrina tradicional de la Iglesia respecto a la relación de la Iglesia y del poder político. Uno de Teología de la Historia, otro de pensamiento utópico. Moro, como San Agustín, poseía una fuerza interna: su pasión por la verdad, heredades de  Sócrates, Platón y Aristóteles.

 

Los abogados, los católicos, los politicos, los gobernantes, los laicos católicos, debemos conocer la vida, obra y acciones de Tomás Moro, un modelo para nuestra sociedad.

Publicado el

Tomás Moro; Abogado.  24 DE JUNIO. DÍA DE TOMAS MORO. José Gómez Cerda

Tomás Moro; Abogado

 

24 DE JUNIO. DIA DE TOMAS MORO

 

José Gómez Cerda

 

Tomás Moro fue un político y gobernante en el siglo XVI, en Inglaterra, también es un modelo de abogado, que debiéramos conocer en su profesión.

Erasmo de Rotherdam  calificó a Tomás Moro como un  hombre para todas las horas y se ha dicho que por su ejemplo es; abogado para todos los tiempos.

Tomás Moro, más allá de su obra “Utopía” fue un abogado admirado y un juez aclamado, que a diferencia de altísimos cargos jurídicos modernos, no se dejó seducir por los cantos de sirena de dignidades regias ofrecidas por Enrique VIII, y el precio que pagó por no dar su juramento y bendición jurídica a una nulidad matrimonial contra el Derecho vigente en su vida.

La película “Un hombre para la eternidad”, filmada en 1966,  de Fred Zinnemann refleja espléndidamente la tensión entre principios y creencias religiosas frente al poder del monarca y nobles que le sostienen.

Es necesario transportarse a un tiempo en que la ley, el poder y el pueblo se enzarzaban en sobrevivir a costa de los otros, Nos mostrarán que ni la abogacía ni las insidias políticas actuales están tan lejos de aquéllos sucesos. ¡ No está de más una mirada al pasado!.

 

Las habilidades de abogado de Tomás Moro  lo llevaron al servicio público, como diplomático, como encargado de administrar justicia en la ciudad de Londres, como parlamentario, y miembro del Consejo del Rey, hasta llegar al más alto cargo del reino como Lord Canciller de Inglaterra.  ¡Fue el primer laico en ocupar este alto puesto!

 

El deseo de Enrique VIII de disolver su matrimonio con Catalina y casarse con Ana Bolena, sería el inesperado accidente que desviaría al reino de Inglaterra de la unión con la Iglesia de  Roma, para terminar dentro de la órbita del movimiento de la Reforma iniciado por Lutero.

 

Moro, sin incurrir en temeridad o precipitación, renunció a su cargo y pretendió retirarse de la política para dedicarse a la familia y a su devoción. Pero su silencio era demasiado elocuente para un Reino que veía en el gran abogado y juez la representación de la rectitud y la integridad moral.

Compelido a jurar las leyes que legitimaban el nuevo matrimonio del Rey y su nueva calidad de jefe supremo de la Iglesia inglesa, se negó a hacerlo invocando que su conciencia no le permitía tal proceder. Fue  juzgado y condenado por traición y ejecutado por decapitación el 6 de julio de 1535.

Como abogado, uno de sus más eminentes biógrafos afirmó que “Tenía condiciones para la actuación, era un excelente orador, manejaba los recursos de la retórica y la argumentación, pudiendo mirar un problema desde distintos puntos de vista y sin comprometerse desde un comienzo con una sola solución, era además amante de la ley y del orden y de una severa pero compasiva justicia”

En  Tomás Moro el abogado estuvo muy metido en su propia personalidad, desde que mezclaba condiciones de actuación, negociación, argumentación en pro y en contra de una determinada situación y un exquisito sentido práctico.  Pudo llegar a ser agresivo y mordaz, o suavemente persuasivo, pero siempre convincente.

Sus textos revelan la tenacidad, la sutileza y el ingenio de sus ataques frente a  sus oponentes,  que continuamente cambia o extiende su línea de ataque buscando las más pequeñas inconsistencias, encontrando puntos débiles o derechamente burlándose de los errores terminológicos o de fondo del oponente; Moro, como abogado, es lo máximo del hombre inteligente y práctico.

Otra característica de Moro en la que se observa el perfil profesional del abogado, es la capacidad para mirar un problema jurídico desde distintos puntos de vista y contraponer argumentos que miran hacia soluciones opuestas, sin que necesariamente dijera cuál era en definitiva su postura definitiva

Las crónicas cuentan que cuando le llegaba un cliente se tomaba un buen tiempo en estudiar pormenorizadamente el asunto, exigía que se le dijera toda la verdad. Luego concluía: “si el caso es como me ha declarado me parece que ganaremos el asunto”. El “me parece” revela que aun en este caso Tomás Moro no aseguraba completamente la victoria, sabiendo que el fortuna en juicio no depende exclusivamente del abogado.

 

Pero si pensaba que la ley no favorecía las pretensiones del cliente, se lo decía francamente y le alentaba a desistirse mostrándole la injusticia en que incurriría si prosiguiera el asunto ante los tribunales. Si no lo convencía, lo remitía a otros abogados y no tomaba el pleito.

 

Erasmo de Rotherdam  destacó que como under-sheriff (alguacil),  Tomás Moro adquirió una reputación de hombre de decisiones rápidas y justas, condonando muchas veces a los litigantes el pago de las costas, de manera que la ciudad le ganó un gran aprecio.

 

Como profundo conocedor del Derecho, Tomás Moro elevó el nivel de los  tribunales y flexibilizó la interpretación estricta y literal de las leyes.

Como Canciller de Inglaterra  estaba facultado para introducir elementos de equidad en el fallo de los casos, mediante la formación de su conciencia, no arbitrariamente, sino de acuerdo con las reglas y los fundamentos del derecho.

La forma de entender esta función judicial por parte de Moro generó críticas en los jueces de derecho común que solían seguir los dictámenes de los jurados y aplicar mecánicamente el precedente y las formas procesales.

Para solucionar un impasse, Tomás Moro invitó a cenar a los jueces descontentos en la Cámara del Consejo en Westminster y con ellos examinó detalle a detalle las causas que habían suscitado polémica, hasta verificar que los jueces concluyeron que ellos habrían actuado del mismo modo que Moro.

Entonces, el  Canciller Tomás Moro les propuso que fueran ellos mismos los que moderaran el rigor de la ley mediante una más atenta consideración de la justicia y la equidad del caso y, en tal evento, él se abstendría de modificar las sentencias por medio de sus mandamientos judiciales.

Los jueces sin embargo no aceptaron la propuesta. Moro le contó a William Roper, esposo de su hija,  que presumía que los jueces preferían atenerse al veredicto del jurado y a la ley estricta, para evitar que las críticas de los justiciables se desviaran del jurado hacia ellos.

Otra innovación que se debe a Moro, y que revela el aprecio por el oficio de abogado, es que permitió que las partes pudieran comparecer por medio de abogado y no estar obligadas a acudir en persona al tribunal.

Tomás Moro fue hecho prisionero, el 17 de abril  de 1534, fue confinado en la Torre de Londres. La prisión formalmente era ilegal, ya que no había una ley que penalizara la negativa a prestar el texto del juramento, pero el mismo  Thomas Cromwell le hizo saber a través de la  hija de Moro,  Margaret, autorizada a visitarlo en prisión, que el Parlamento podía seguir legislando.

El 28 de junio de 1535, un Gran Jurado en Westminster emitió una citación para llevar a juicio por traición a Tomás Moro. El juicio se celebraría el jueves siguiente a la fiesta de San Juan Bautista, el 1 de julio. Moro había permanecido ya 14 meses en prisión.

 

El 4 de noviembre de 1534 el Parlamento aprueba varias normas castigando la alta traición, en las que se incluye a Moro y se le confiscan sus bienes, el Acta  151 de  Attainder.

El procedimiento seguía siendo ilegal, ya que se castigaba jurar una supremacía que el Parlamento no había declarado. Sólo el 18 de noviembre de 1534 se puso en vigor la Ley de Supremacía, que declara ya sin condicionantes a Enrique VIII como el jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra.

Moro señaló que no culpaba a nadie de haber jurado, pero que él debía ser fiel a su propia conciencia. La Comisión insistió en que diera las razones por las cuales se negaba, acusándolo de obstinación por no explicarlas. Moro que conocía la ley respondió: “si no puedo declarar las causas sin peligro, en tal caso, dejarlas sin declarar no es obstinación”: nadie está obligado a declarar en su propio perjuicio.

El arzobispo  Thomas  Cranmer le opuso una objeción importante: si se trataba de una cuestión dudosa, como el mismo Moro reconocía, lo justo es que se inclinase por su deber de obedecer al Rey.

La agudeza del argumento es reconocida por el mismo Moro: “este argumento me pareció de repente tan sutil y con tal autoridad… que no pude responder nada, sino sólo que pensaba que no podía hacerlo así, porque en mi conciencia éste era uno de los casos en los que estaba obligado a no obedecer a mi príncipe, dado que cualquier cosa que otros pensaran en el asunto… en mi conciencia la verdad parecía estar del otro lado”.

Se esgrimió, también, que su actitud era temeraria por ir contra la opinión ampliamente aceptada por el gran Consejo del reino. Moro contestó que su criterio se apoyaba en una mayoría más relevante: “el consejo general de la Cristiandad”.

Se le arguyó que tanto  Juan Fisher, Obispo desobediente  del Rey, como Moro,  aludieron al ejemplo de una espada de doble filo en sus interrogatorios, en el sentido de que si no juraban perdían su cuerpo y si juraban perdían su alma.

Frente a la objeción de que su mismo silencio prueba una voluntad perversa contraria a la ley, Moro arguye que, al revés, podría aplicarse la máxima del derecho civil: qui tacet consentiré videtur (quien calla otorga), de modo que el silencio más debía interpretarse como una aprobación, que como una reprobación de las leyes no juradas.

Nada hay en contra de Moro más que este perjurio, en todo caso desvirtuado por el mismo acusado. No obstante, se pasa de la fase expositiva a la deliberativa y se manda a un ujier  tipo de criado de palacio que correspondía a portero)  a llamar al jurado compuesto por 12 miembros que deben consultar la acusación, las pruebas producidas y juzgar si Moro había contravenido maliciosamente la ley.

Se retiraron  para deliberar y quince minutos después vuelven con el veredicto: Moro es culpable.

Audley intenta apresurarse a concluir el trámite dictando sentencia, pero el jurista experto que tiene al frente le hace ver que está faltando a una norma del debido proceso según la cual se debía previamente preguntar al acusado por qué en su concepto no debería ser condenado.

Tomás Moro dijo; “Lord, cuando yo administraba justicia en semejantes casos, se acostumbraba preguntar al reo antes de la sentencia los motivos que aducía en contra de ella”.

Audley, desconcertado, accedió, pero pronuncia finalmente la sentencia de condena a ser ahorcado, desentrañado y troceado. El Rey la conmutó por la decapitación en atención a los servicios prestados a la Corte.

Este abogado es un modelo en su profesión: Tomás Moro no sólo fue un honesto político y gobernante, también  lo fue como abogado.

NOTA. Este artículo es parte del libro “TOMÁS MORO, POLÍTICO Y GOBERNANTE”

 

Vídeos sobre Tomás Moro

 

https://www.youtube.com/watch?v=fdFDMnOUR3s&feature=share

 

https://www.youtube.com/watch?v=WZM-pJYh97c&t=8s

Programa “política entre amigos” con la  Dra. Doris Castro

 

https://www.youtube.com/watch?v=2RdbzmJsTN4&t=265s

Publicado el

Los jóvenes y el liderazgo político con ética.  José Gómez Cerda

Los jóvenes y el liderazgo político con ética.

 

José Gómez Cerda

 

 

Los jóvenes políticos deben aprender sobre la política, para que en el futuro sean los líderes de la sociedad, puedan tener ideas propias, conocer el arte, la ciencia y la técnica de la política moderna, para actuar con ética, principios y valores. Un método que los puede ayudar es la trilogía de ver, juzgar y actuar.

 

VER: es el momento de toma de conciencia de la realidad. Consiste en partir de los hechos concretos de la vida cotidiana para no caer en suposiciones ni abstracciones y buscar sus causas, los conflictos que generan y las consecuencias que pueden prever para el futuro”.

 

JUZGAR : es el discernimiento que se hace sobre la realidad, consiste en iluminar lo que se ha visto, a la luz de la Palabra revelada, con el aporte de las ciencias humanas y sociales, la cual, a la vez que permite comprender mejor la historia, es también mejor comprendida desde el impacto de esa historia.

 

ACTUAR: la acción es el proyecto de transformación de la realidad. Equivale a trazar tareas y quehaceres, de acuerdo con el juicio de la situación según el plan de Dios.

 

La tercera fase del método corresponde a la pregunta: ¿qué debemos hacer para cambiar la situación?

 

El método ver-juzgar-actuar se remonta al método de revisión de vida, surgido en el seno de las propuestas pastorales de la Juventud Obrera Católica (JOC) que animaba el P. Joseph Cardijn en la década de los treinta del siglo XX.

 

El Magisterio de la Iglesia, a través de la encíclica Mater et Magistra del Papa Juan XXIII del año 1961, sugería la importancia del método ver-juzgar y actuar. 

 

La metodología adoptada por la II Conferencia General de los Obispos Latinoamericanos en Medellín (1968), corresponde al método ver-juzgar-actuar. Igualmente, la III Conferencia en Puebla (1979) y la V en Aparecida (2007) elaboran su reflexión pastoral a partir del VER-JUZGAR-ACTUAR, tomando una significación nueva a la luz de la teología de los «signos de los tiempos».

 

El liderazgo político se inicia conociendo la dignidad de la persona humana, que somos hijos de Dios, y que toda política debe ir a la defensa de los derechos y libertades de los más humildes, marginados y pobres, sin discriminación, por razones de sexo, raza, nacionalidad o credo religioso.

 

 

Las ideas políticas son un conjunto de pensamientos  o postulados que buscan regir todo el conjunto de instituciones políticas de un Estado, una sociedad o una población.

Las ideologías políticas no funcionan en un momento determinado, buscan perdurar en el tiempo y nacen como respuestas a otras ideologías políticas en furor en una época determinada.


Las ideas políticas son entendidas como la disciplina especializada que se ocupa de construir e interpretar las preocupaciones centrales, experiencias e ideas formativas, de los seres humanos con respecto a lo político a lo largo de la historia.

 

Para eso es necesario tener principios, que son verdades en la que nos apoyamos, por medio de la fe y la razón; y valores, que es lo que queremos hacer,  en los moral, ético, intelectual y moral.


El pensamiento político puede ser abordado desde diversas disciplinas, lo que define los intereses y los métodos con los que pueden ser abordados, desde la historiografía se busca ubicar ideas en su contexto histórico; desde la filosofía política, se intenta estudiar los significados y la relevancia de los conceptos políticos.


Para la actuación de los jóvenes, futuros líderes políticos es necesario aprender y practicar las formas de conducción, ser integrador, conocedor de las ideas políticas, porque la política es el arte de bien gobernar y es necesario estar preparado para eso.

 

El joven político debe caracterizarse por tener credibilidad, firmeza, autoridad, honestidad, convicción, empatía, ser influyente, pero sobre todo tener  ética, que es la aplicación de la moral.

 

El libro  “LAS IDEAS POLÍTICAS” que publiqué recientemente  pretende cooperar con aquellas personas que quieren perfeccionar sus conocimientos políticos, con ideas claras, precisas, con sus autores y características, para entrar en un debate sobre las  ideas permanentes, que puedan ayudar a transformar la sociedad.

 

Partimos de las ideas políticas de Sócrates, Platón y Aristóteles, hasta llegar a la globalización, y las ideas políticas en el Siglo XXI, es un libro para leer, profundizar y conocer las diversas ideas políticas que han gobernado al mundo en las diversas épocas, muchas de ellas aún tienen vigencias.

 

El político debe conocer los objetivos a lograr, que es la estrategia final, la táctica que son los medios que disponemos, tanto humano como económico, y la política que es la acción a realizar.

 

Es necesario tener un plan de trabajo, que indique la planificación, programas, ejecución y evaluación. Debe conocer todos los detalles del plan, para evitar improvisaciones.

 

Un buen político debe conocer el proceso de concientización, que inicia con la conciencia mágica y la ingenua, hasta llegar a la conciencia crítica y la política.

Los jóvenes políticos que incursionan en la política deben utilizar la inteligencia, que tiene dos funciones que son;

LA INTELIGENCIA ESPECULATIVA  tiene como fin el conocer, poseer el objeto conocido, es una contemplación, una verdad que se mide, hallando su propia personalidad. 

LA INTELIGENCIA PRÁCTICA, es  para dirigir, orientar y ordenar, regula la producción de una obra, la rectitud de una acción, adopta una actitud normativa. Su finalidad es la realización.

Las funciones de la inteligencia son diferentes, esencialmente en la aplicación en la política.

La acción de los laicos cristianos es decisiva para la política, especialmente el “Humanismo Integral”,  en los planos del Magisterio de la Iglesia, en la vida de los hombres, que se expresan así:

LA VIDA DEL ESPIRITU, que comprende la existencia humana a la luz de la eternidad, los principios y  valores  universales, la primacía de lo espiritual sobre lo material, y la fe.

EL ORDEN SOCIAL, que se da a partir del Evangelio.      La  doctrina se refiere a la cuestión social, expresada en las encíclicas sociales, y otros   documentos sobre temas sociales.

INTERPRETACION LAICA DE LOS HECHOS SOCIALES,  que comprende el pensamiento y la acción cuando estos se confrontan con la realidad del ambiente.

    Son cuestiones sujetas al juicio de la razón, análisis e interpretación de la realidad, teniendo como referencia para la confrontación a los principios, valores y le ética.

 La vida política del hombre cristiano debe aspirar al Bien Común, no como la suma de los bienes individuales, sino para mejorar las condiciones  y las vidas de la mayoría del pueblo, especialmente los más desposeídos. ¡Qué todos podamos vivir como hombres libres, disfrutar de los bienes de la naturaleza, la cultura, la economía y el espíritu!

En la formación política de los jóvenes deben tener el entusiasmo de leer los clásicos como Sócrates, Platón y Aristóteles, además pensadores como Tomás Moro, Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Jorge La Pira, y otros escritores que infunden conocimientos para el pensamiento y la acción humanista. Tambíen leer y estudiar las encíclicas sociales como Rerum Novarum, Madre y Maestra, El Trabajo Humano, Centecimus anno, que son fuentes de sabiduría humanistas.

He publicado varios libros digitales para la formación política de jóvenes, entre ellos seis volúmenes de una colección sobre “Historia Política y Sindicalismo Internacional”, “Tomás Moro, político y Gobernante” Las Ideas Políticas, Humanismo Integral”, “Laicos Católicos”“Arte, Filosofía y Política” y otros libros, para orientación para los jóvenes que ingresan a la política.

El grupo “Santo Tomás Moro”, de República Dominicana tiene un programa general para la formación de jóvenes en la vida pública, que ha realizado varios diplomados y congresos. El viernes 21 de junio, celebrará su IV Congreso Nacional, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), en Santiago, con el tema “Compromiso Ético-Político y Tiempo Electoral”.

 

El papa Francisco ha dicho; “Somos responsables de la formación de las nuevas generaciones, ayudarlas a ser capaces en la economía y la política, y firmes en los valores éticos. El futuro exige hoy la tarea de rehabilitar la política”

 

Publicado el

Conferencia sobre liderazgo político y ética. José Gómez Cerda

Conferencia sobre liderazgo político y ética.

 

Una conferencia sobre liderazgo político y ética, dictará el escritor José Gómez Cerda, en el diplomado “LIDERAZGO ÉTICO EN LA VIDA PÚBLICA” que realiza el Grupo Santo Tomás Moro, el próximo sábado, 1 de junio, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, en Santiago, Edificio Padre Arroyo (PA-24).

 

 La sociedad moderna actual requiere de líderes políticos y sociales que pueden ser coherentes en el pensamiento y la acción, que es: la autenticidad.

 

Esta conferencia tratará sobre  La  autenticidad en la política ejercida con ética, por militantes con nueva mentalidad, compromisos con el pueblo y una formación integral.

 

La acción política corresponde a los laicos, en sus respectivos ambientes, buscando siempre la verdad y la ética, que es la aplicación de la moral. 

Al  laico le corresponde ocuparse en forma directa de la vida política, responsabilidad que debe asumir, con principios,  valores auténticos, aplicando la ética.

 

Los cristianos que están actuando en la política, como aquellos jóvenes que aspiran a integrarse activamente en ella, deben buscar  un arquetipo para la ordenación de sus ideas políticas, los grados del saber, el uso de la inteligencia, la  acción social y la ética política, como es Tomás Moro, patrón de los políticos y gobernantes.

 

A los laicos les corresponde la interpretación de los hechos políticos, sociales, económicos y espirituales, que comprende el pensamiento y la acción; confrontar las ideas con la realidad.

 

Es necesaria una conversión del hombre y la mujer, en lo  público, social, político, económico y espiritual, que lo haga capaz de innovar, comenzando por él mismo. El hombre y la mujer nuevos exigirán una nueva sociedad, y el humanismo cristiano  puede ofrecer los principios, valores y  ética a  un nuevo sistema democrático.

 

José Gómez Cerda presentará varios de sus libros digitales, entre ellos; Tomás Moro, político y gobernante; Pensamiento y Acción, Las Ideas Políticas, Humanismo Integral, la Cultura Dominicana, Arte, Filosofía y Política y la novela ¡Mirar Siempre Adelante!; además una tienda digital, que contiene libros de interés político y social.

 

Este es el segundo diplomado que ofrece El Grupo Santo Tomás Moro este año, su Presidente es Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio, y el Secretario ejecutivo es José Armando Tavarez.

 

El Grupo Santo Tomás Moro realizará el  21  de junio,  su IV Congreso de Laicos en la vida pública, en la PUCMM, de Santiago.

Publicado el 1 comentario

La Utopía política de Tomás Moro. José Gómez Cerda

La Utopía política de Tomás Moro

José Gómez Cerda

 

Tomás Moro,  1478-1535, de extraordinaria formación intelectual, estudioso de los clásicos, Sócrates, Platón y Aristóteles,  uno de los máximos expositores del humanismo cristiano, durante el renacimiento del siglo XVI, en especial del pensamiento de San Agustín, y su obra “La Ciudad de Dios”. Escribió UTOPÍA, obra que todavía es un clásico para los estudiosos de la política y el humanismo.


Pese a que su actividad como escritor y traductor fue abundante (Epigramas, Diálogos de Luciano, Vida de Pico de la Mirandola), no cabe duda de que Utopía , de 1516, es la obra más importante e influyente de Tomás Moro, escrito en el que se platea el problema de la legitimidad y la fundamentación del poder,  que inaugura el pensamiento político de la modernidad, junto con Maquiavelo (El príncipe) y La Boétie (Discurso de la servidumbre voluntaria).

El proceso de progresiva secularización de la sociedad, así como la crítica a la inadecuación de las instituciones políticas y eclesiásticas que culminaron en la Reforma, exigían una nueva manera de plantearse el problema político  de la relación entre lo público y lo privado o, lo que es lo mismo, la cuestión de la articulación entre la esfera de la moral y la de la praxis


El libro de Tomás Moro, Utopía está dividida en dos partes. En la primera, escrita después de la segunda, Moro se lanza a una enérgica crítica de la situación política y social de Europa, centrándose especialmente en la Inglaterra de mediados del siglo XVI.

 

Todos los males que acechan al hombre no son producto de un designio divino ni surgen de su propia naturaleza.

 

En el segundo libro de Utopía, Rafael Hythlodaeo nos describe la isla de los utopienses: una comunidad de trabajadores que, gobernados por los más sabios, actúan con vistas al bien común.

 

En ella no existe la propiedad privada, sino que todos producen, participan y disfrutan de los bienes, por lo que la miseria y las revueltas y revoluciones asociadas a ella desaparecen:

 

«Pues la realidad misma enseña que se engañan de medio a medio quienes opinan que la indigencia del pueblo es la garantía de la paz.

 

En efecto, ¿dónde hallas más dependencias que entre los pobres?

 

¿Quién se aplica con más ahínco a transformar las cosas sino a quien la situación presente no agrada lo más mínimo? ¿O quien, finalmente, está poseído de una furia más audaz para subvertir todo con la esperanza de lograr algo de donde sea, sino quien ya no posee nada que pueda perder?» (Utopía, Libro I).

 

Ahí están los nobles cuyo número exorbitado vive como zánganos a cuenta de los demás. Con tal de aumentar sus rentas no dudan en explotar a los colonos de sus tierras, desollándolos vivos. Derrochadores hasta la prodigalidad y mendacidad, es el único tipo de administración que conocen.

 

Pero, además, se rodean de hombres haraganes que nunca se han preocupado de saber ningún modo de vivir y trabajar.

 

La obra Utopía  es una república ideal, más posible históricamente si la política se supedita a la moral, se elimina la propiedad privada, el dinero, el ejército y la intolerancia. Utopía es utópica no por ser irrealizable, sino por no haber sido cumplida todavía.

 

Tomás Moro es actualmente un santo y patrón de los políticos y los gobernantes, quienes debieran conocer el pensamiento y la acción de este político honesto, modelo de abogado, jurista, político, quién llegó a ser el primer laico canciller de Inglaterra, el segundo en el mando, después del rey,  cuando ese país era la primera potencia del mundo.

 

“El hombre no puede ser separado de Dios, Ni la política de la moral.”

 

NOTA. Este artículo es un fragmento del libro TOMÁS MORO, POLÍTICO Y GOBERNANTE,  de José Gómez Cerda

Publicado el

Formación Intelectual de Tomás Moro

Formación Intelectual de Tomás Moro

 

José Gómez Cerda

 

En Tomás Moro podemos encontrar un ejemplo de vida, un político honesto, modelo para aquellos laicos que queriendo vivir en medio del mundo, busquen transformarlo y llevarlo a Dios. Tomás Moro fue modelo político, honesto por su afán de servir, veía la política como su modo de servir a Dios: su vocación.

 

 

Thomas More, nombre original en inglés, conocido en la expresión española de Tomás Moro, nació en el corazón de la ciudad de Londres (Inglaterra), en su casa familiar de Milk Street, el 7 de febrero de 1478.

 

 

Fue el hijo mayor de sir John More, mayordomo del Lincoln’s Inn, uno de los cuatro colegios de abogados de la Ciudad de Londres, jurista y posteriormente nombrado caballero y juez de la curia real; y de su mujer Agnes More.

 

 

Moro nace en la última fase de la Guerra de las dos Rosas, durante el reinado de Eduardo IV de York (1461-1483) y parte de su infancia transcurre durante los dos años del cruel reinado de Ricardo III (1483-1485), el último monarca de la rosa blanca.  Tomás tiene apenas siete años cuando, tras la batalla de Bosworth Field, entra en Londres Enrique VII, primer Tudor, que unirá con su matrimonio las dos casas de Lancaster y York

 

 

En 1486, tras cinco años de enseñanza primaria en la antigua Escuela de San Antonio (Saint Anthony’s School), una destacada escuela de gramática de Londres,  además de ser la única gratuita, fue conducido según la costumbre entre las buenas familias al palacio de Lambeth, donde sirvió como paje del cardenal John Mortonarzobispo de Canterbury y Lord Canciller de Inglaterra.

 

 

Tomás se educó en la St. Antony’s School, entonces la mejor de Londres, y a los doce años de edad fue enviado a casa del cardenal John Morton, arzobispo de Canterbury y Gran Canciller de Inglaterra.  Es evidente que Moro recibió una gran influencia de Morton, a quien cita elogiosamente en su Historia del rey Ricardo III, e, indirectamente, en  su libro la Utopía.

 

Desde sus primeros cinco años en la Grammar School de St. Anthony, en Threadneedle, Tomás demostró unas aptitudes excepcionales para el latín, la retórica y la dialéctica.

 

Sin duda, por tan buenas habilidades y por la influencia de su padre cerca del arzobispo de Canterbury, John Morton (entonces el hombre más poderoso de Inglaterra después del rey), Tomás pasó luego (1489-1491) a formarse en el propio palacio londinense del arzobispo, Lambeth Palace.

 

 

Morton decidió, en 1492, (El año del descubrimiento del conteniente americano) sugerir el ingreso de Tomás Moro, que por entonces contaba con catorce años, en el Canterbury College de la Universidad de Oxford, donde pasará dos años estudiando la doctrina escolástica que allí se impartía y perfeccionando su retórica, siendo alumno de los humanistas ingleses Thomas Linacre y William Grocyn.

 

 

Las obras de San Agustín y Tomás Moro, leídas en sus contextos históricos llenan de luz la doctrina tradicional de la Iglesia respecto a la relación de la Iglesia y del poder político. Uno de Teología de la Historia, otro de pensamiento utópico.

 

 

Moro, como San Agustín, poseía una fuerza interna: su pasión por la verdad, heredades de Sócrates, Platón y Aristóteles. Entre 14921494, adquirió una vasta cultura humanista, centrada en las lenguas y literatura grecolatinas, Traducirá a Luciano, la retórica y la lógica.

 

Allí conocerá a Juan ColetGuillermo LinacreTomás LatimerCuthberto Tunstall y Juan Colt que, junto a Erasmo de Roterdam, formarán su círculo de amistades humanistas. En Oxford, Moro estudió con Linacre, uno de los principales humanistas del Renacimiento. Linacre era un erudito clásico, preceptor del hijo mayor de Enrique VII, el príncipe Arturo, y también médico.

 

Linacre, que más tarde dio nombre a un “college” de Oxford, enseñó a Moro y a otro alumno, Erasmo de Rotherdam, el latín y el griego, les inculcó su entusiasmo por lo que entonces se denominaba el “New Learning” El nuevo saber” que más tarde recibiría el nombre de “Renacimiento”, y les comunicó su gran apetito intelectual por los clásicos, las humanidades, la literatura, la poesía y la música.

 

John Colet (14671519) enseñaba también en Oxford en esa época y compartía muchas de las nuevas ideas del Renacimiento, aunque su influencia en Moro se produjo a través de sus escritos teológicos y su predicación. Colet denunciaba muchos de los abusos eclesiásticos de entonces y atacaba las concepciones escolásticas acerca de la doctrina de San Pablo, tratando de establecer una nueva forma de erudición bíblica basada en los textos griegos originales.

 

Sin embargo, Moro se marchó de Oxford dos años después sin graduarse y, por insistencia de su padre, en 1494 se dedicó a estudiar leyes en el New Inn de Londres y, posteriormente, en el Lincoln’s Inn, institución en la que había trabajado su padre.

 

En 1496 comenzó a ejercer la abogacía ante los tribunales. Posiblemente durante esta época aprendió el francés, necesario tanto para las cortes de justicia inglesas como para el trabajo diplomático, uniéndose este idioma al inglés y latín ya aprendidos durante sus estudios primarios.

 

En torno a 1497, comenzó a escribir poesías, con una ironía que le valió cierta fama y reconocimiento. En esta época tiene sus primeros encuentros con los precursores del Renacimiento, conociendo a Erasmo de Róterdam, con quien entablaría amistad, y a John Skelton. En el verano de 1499 se produce un hecho que será definitivo en la vida de Moro: su primer encuentro con Erasmo, que viajó a Inglaterra invitado por lord Mountojoy y pasa el verano en su casa de campo cercana a Greenwich.

 

Tomás Moro de veintidós años entabla amistad fraternal con el gran humanista flamenco Erasmo de Rotherdam, que tiene entonces treinta y tres años. Se entienden en latín fluido; Moro admirará en Erasmo su enorme erudición; Erasmo, el ingenio y las excelentes cualidades intelectuales de Moro. Este primer encuentro, marcará profundamente la vida de ambos. En el otoño Erasmo se desplaza a Oxford donde trata a John Colet, que le impresionará vivamente, mientras Moro sigue aplicándose al Derecho en Londres, en donde consigue su ingreso como barrister en el Bar en 1501.

 

Hacia 1501 ingresó en la Tercera orden de San Francisco, viviendo como laico en un convento cartujo hasta 1504.  Allí se dedicó al estudio religioso. Alrededor de 1501 tradujo epigramas, Griegos al latín y comentó “La ciudad de Dios” de san Agustín de Hipona.  Durante un tiempo, pensó en hacerse sacerdote.  De 1501 a 1504, vivió con los monjes de la Cartuja de Londres, dedicado a “la devoción y la oración”. Allí fue donde empezó a llevar un cilicio de penitente, que no se quitaría hasta el día antes de su ejecución, más de 30 años después.

 

Erasmo dijo que Moro se fue de la Cartuja y abandonó su vocación religiosa porque prefería ser “un esposo casto que un sacerdote impuro” y porque se había enamorado.

 

Cotterill añade otras dos razones: la vida eclesiástica era para Moro una burda caricatura del cristianismo; y Pico della Mirandola, a quien Moro admiraba, se había negado también a hacerse monje. A través de los humanistas ingleses tuvo contacto con Italia.

 

Aunque abandonó su vida ascética para volver a su anterior profesión jurídica hasta ser nombrado miembro del Parlamento en 1504, Moro nunca olvidó ciertos actos de penitencia, llevando durante toda su vida un cilicio en la pierna y practicando ocasionalmente la flagelación.

 

Miembro del Parlamento desde 1504, Tomás Moro fue elegido juez y subprefecto en la ciudad de Londres, y se opuso a algunas medidas de Enrique VII. Desde allí escribió un poema dedicado al rey, que acababa de tomar posesión de su trono. La obra llegó a manos del rey, que hizo llamarlo, naciendo a partir de entonces una amistad entre ambos. Sea cual fuere la razón real –y quizás hubo varias.

 

Al abandonar el convento de los cartujos, en 1505, contrajo matrimonio con Jane Colt y ese mismo año nació su hija Margaret, quien fue su discípula. Habiendo abandonado la Orden de los Cartujos, se recibió en leyes y ejerció la abogacía con éxito, en parte gracias a su preocupación por la justicia y la equidad; más tarde sería juez de pleitos civiles y profesor de Derecho.

 

Durante los cinco años siguientes, Jane le dio cuatro hijos, tres niñas y un niño. En 1506 nació su segunda hija, Elizabeth.  Ese año tradujo al latín a Luciano de Samosata con ayuda de Erasmo. Un año más tarde nació Cicely, su tercera hija.

 

En 1509 nació su hijo John. Moro participó en gestiones entre grandes compañías de Londres y Amberes. Ese mismo año escribió poemas para la coronación de Enrique VIII.

 

Con la llegada de Enrique VIIIprotector del humanismo y de las ciencias, Moro integró el primer Parlamento convocado por el rey en 1510. Moro viajó por Europa y recibió la influencia de distintas universidades. Ese año  fue nombrado miembro del Parlamento y vicesheriff de Londres.

 

Un año más tarde murió su esposa Jane y  Moro se casó con Alice Middleton, viuda, siete años mayor que Moro y con una hija; Alice. Tomás Moro era  hospedado y mayordomo en el Lincoln’s Inn, donde dictó conferencias entre 1511 y 1516.

 

Tras realizar una traducción, publicada en 1510,  de una biografía de Giovanni Pico della  Mirandola escrita por su sobrino Gianfrancesco, quedó prendado del sentimiento de la obra que adoptó para sí, y que marcaría definitivamente el curso de su vida.

 

La imagen que nos da Erasmo sobre Moro en sus cartas es la de un hombre cuya vida familiar era muy feliz, que gozaba con la compañía de sus hijos y fomentaba sus dotes intelectuales.  En 1515 comienza su carrera diplomática en Flandes, Calais (1517) y en su mismo país.

 

En 1515, Tomás Moro fue enviado como  embajador  comercial en Flandes. Ese año escribió el libro segundo de Utopía y un año más tarde el libro primero; la obra completa fue publicada en Lovaina. (La segunda parte de Utopía fue escrito primero).

 

 La obra de Moro; Historia de Ricardo III. (1513-1518), escrita en latín e inglés, aunque inconclusa, fue impresa en inglés de forma imperfecta en la Crónica, de Richard Grafton (1543) y usada por otros cronistas de la época como John Stow, Edward Hall y Raphael Holinshed, transmitiendo así material a William Shakespeare para su obra Ricardo III.

 

Dos años después, el día 1 de mayo se produce una revuelta en Londres contra mercaderes extranjeros, que Moro logra refrenar hábilmente, por lo que el rey Enrique VIII lo llama a su servicio como Consejero real.

 

 

NOTA; Este artículo en parte del I Capítulo del libro digital “TOMÁS MORO, POLÍTICO Y GOBERNANTE”, de José Gómez Cerda.

Publicado el

Formación Intelectual de Tomás Moro

Formación Intelectual de Tomás Moro

 

José Gómez Cerda

 

En Tomás Moro podemos encontrar un ejemplo de vida, un político honesto, modelo para aquellos laicos que queriendo vivir en medio del mundo, busquen transformarlo y llevarlo a Dios. Tomás Moro fue modelo político, honesto por su afán de servir, veía la política como su modo de servir a Dios: su vocación.

 

 

Thomas More, nombre original en inglés, conocido en la expresión española de Tomás Moro, nació en el corazón de la ciudad de Londres (Inglaterra), en su casa familiar de Milk Street, el 7 de febrero de 1478.

 

 

Fue el hijo mayor de sir John More, mayordomo del Lincoln’s Inn, uno de los cuatro colegios de abogados de la Ciudad de Londres, jurista y posteriormente nombrado caballero y juez de la curia real; y de su mujer Agnes More.

 

 

Moro nace en la última fase de la Guerra de las dos Rosas, durante el reinado de Eduardo IV de York (1461-1483) y parte de su infancia transcurre durante los dos años del cruel reinado de Ricardo III (1483-1485), el último monarca de la rosa blanca.  Tomás tiene apenas siete años cuando, tras la batalla de Bosworth Field, entra en Londres Enrique VII, primer Tudor, que unirá con su matrimonio las dos casas de Lancaster y York

 

 

En 1486, tras cinco años de enseñanza primaria en la antigua Escuela de San Antonio (Saint Anthony’s School), una destacada escuela de gramática de Londres,  además de ser la única gratuita, fue conducido según la costumbre entre las buenas familias al palacio de Lambeth, donde sirvió como paje del cardenal John Mortonarzobispo de Canterbury y Lord Canciller de Inglaterra.

 

 

Tomás se educó en la St. Antony’s School, entonces la mejor de Londres, y a los doce años de edad fue enviado a casa del cardenal John Morton, arzobispo de Canterbury y Gran Canciller de Inglaterra.  Es evidente que Moro recibió una gran influencia de Morton, a quien cita elogiosamente en su Historia del rey Ricardo III, e, indirectamente, en  su libro la Utopía.

 

Desde sus primeros cinco años en la Grammar School de St. Anthony, en Threadneedle, Tomás demostró unas aptitudes excepcionales para el latín, la retórica y la dialéctica.

 

Sin duda, por tan buenas habilidades y por la influencia de su padre cerca del arzobispo de Canterbury, John Morton (entonces el hombre más poderoso de Inglaterra después del rey), Tomás pasó luego (1489-1491) a formarse en el propio palacio londinense del arzobispo, Lambeth Palace.

 

 

Morton decidió, en 1492, (El año del descubrimiento del conteniente americano) sugerir el ingreso de Tomás Moro, que por entonces contaba con catorce años, en el Canterbury College de la Universidad de Oxford, donde pasará dos años estudiando la doctrina escolástica que allí se impartía y perfeccionando su retórica, siendo alumno de los humanistas ingleses Thomas Linacre y William Grocyn.

 

 

Las obras de San Agustín y Tomás Moro, leídas en sus contextos históricos llenan de luz la doctrina tradicional de la Iglesia respecto a la relación de la Iglesia y del poder político. Uno de Teología de la Historia, otro de pensamiento utópico.

 

 

Moro, como San Agustín, poseía una fuerza interna: su pasión por la verdad, heredades de Sócrates, Platón y Aristóteles. Entre 14921494, adquirió una vasta cultura humanista, centrada en las lenguas y literatura grecolatinas, Traducirá a Luciano, la retórica y la lógica.

 

Allí conocerá a Juan ColetGuillermo LinacreTomás LatimerCuthberto Tunstall y Juan Colt que, junto a Erasmo de Roterdam, formarán su círculo de amistades humanistas. En Oxford, Moro estudió con Linacre, uno de los principales humanistas del Renacimiento. Linacre era un erudito clásico, preceptor del hijo mayor de Enrique VII, el príncipe Arturo, y también médico.

 

Linacre, que más tarde dio nombre a un “college” de Oxford, enseñó a Moro y a otro alumno, Erasmo de Rotherdam, el latín y el griego, les inculcó su entusiasmo por lo que entonces se denominaba el “New Learning” El nuevo saber” que más tarde recibiría el nombre de “Renacimiento”, y les comunicó su gran apetito intelectual por los clásicos, las humanidades, la literatura, la poesía y la música.

 

John Colet (14671519) enseñaba también en Oxford en esa época y compartía muchas de las nuevas ideas del Renacimiento, aunque su influencia en Moro se produjo a través de sus escritos teológicos y su predicación. Colet denunciaba muchos de los abusos eclesiásticos de entonces y atacaba las concepciones escolásticas acerca de la doctrina de San Pablo, tratando de establecer una nueva forma de erudición bíblica basada en los textos griegos originales.

 

Sin embargo, Moro se marchó de Oxford dos años después sin graduarse y, por insistencia de su padre, en 1494 se dedicó a estudiar leyes en el New Inn de Londres y, posteriormente, en el Lincoln’s Inn, institución en la que había trabajado su padre.

 

En 1496 comenzó a ejercer la abogacía ante los tribunales. Posiblemente durante esta época aprendió el francés, necesario tanto para las cortes de justicia inglesas como para el trabajo diplomático, uniéndose este idioma al inglés y latín ya aprendidos durante sus estudios primarios.

 

En torno a 1497, comenzó a escribir poesías, con una ironía que le valió cierta fama y reconocimiento. En esta época tiene sus primeros encuentros con los precursores del Renacimiento, conociendo a Erasmo de Róterdam, con quien entablaría amistad, y a John Skelton. En el verano de 1499 se produce un hecho que será definitivo en la vida de Moro: su primer encuentro con Erasmo, que viajó a Inglaterra invitado por lord Mountojoy y pasa el verano en su casa de campo cercana a Greenwich.

 

Tomás Moro de veintidós años entabla amistad fraternal con el gran humanista flamenco Erasmo de Rotherdam, que tiene entonces treinta y tres años. Se entienden en latín fluido; Moro admirará en Erasmo su enorme erudición; Erasmo, el ingenio y las excelentes cualidades intelectuales de Moro. Este primer encuentro, marcará profundamente la vida de ambos. En el otoño Erasmo se desplaza a Oxford donde trata a John Colet, que le impresionará vivamente, mientras Moro sigue aplicándose al Derecho en Londres, en donde consigue su ingreso como barrister en el Bar en 1501.

 

Hacia 1501 ingresó en la Tercera orden de San Francisco, viviendo como laico en un convento cartujo hasta 1504.  Allí se dedicó al estudio religioso. Alrededor de 1501 tradujo epigramas, Griegos al latín y comentó “La ciudad de Dios” de san Agustín de Hipona.  Durante un tiempo, pensó en hacerse sacerdote.  De 1501 a 1504, vivió con los monjes de la Cartuja de Londres, dedicado a “la devoción y la oración”. Allí fue donde empezó a llevar un cilicio de penitente, que no se quitaría hasta el día antes de su ejecución, más de 30 años después.

 

Erasmo dijo que Moro se fue de la Cartuja y abandonó su vocación religiosa porque prefería ser “un esposo casto que un sacerdote impuro” y porque se había enamorado.

 

Cotterill añade otras dos razones: la vida eclesiástica era para Moro una burda caricatura del cristianismo; y Pico della Mirandola, a quien Moro admiraba, se había negado también a hacerse monje. A través de los humanistas ingleses tuvo contacto con Italia.

 

Aunque abandonó su vida ascética para volver a su anterior profesión jurídica hasta ser nombrado miembro del Parlamento en 1504, Moro nunca olvidó ciertos actos de penitencia, llevando durante toda su vida un cilicio en la pierna y practicando ocasionalmente la flagelación.

 

Miembro del Parlamento desde 1504, Tomás Moro fue elegido juez y subprefecto en la ciudad de Londres, y se opuso a algunas medidas de Enrique VII. Desde allí escribió un poema dedicado al rey, que acababa de tomar posesión de su trono. La obra llegó a manos del rey, que hizo llamarlo, naciendo a partir de entonces una amistad entre ambos. Sea cual fuere la razón real –y quizás hubo varias.

 

Al abandonar el convento de los cartujos, en 1505, contrajo matrimonio con Jane Colt y ese mismo año nació su hija Margaret, quien fue su discípula. Habiendo abandonado la Orden de los Cartujos, se recibió en leyes y ejerció la abogacía con éxito, en parte gracias a su preocupación por la justicia y la equidad; más tarde sería juez de pleitos civiles y profesor de Derecho.

 

Durante los cinco años siguientes, Jane le dio cuatro hijos, tres niñas y un niño. En 1506 nació su segunda hija, Elizabeth.  Ese año tradujo al latín a Luciano de Samosata con ayuda de Erasmo. Un año más tarde nació Cicely, su tercera hija.

 

En 1509 nació su hijo John. Moro participó en gestiones entre grandes compañías de Londres y Amberes. Ese mismo año escribió poemas para la coronación de Enrique VIII.

 

Con la llegada de Enrique VIIIprotector del humanismo y de las ciencias, Moro integró el primer Parlamento convocado por el rey en 1510. Moro viajó por Europa y recibió la influencia de distintas universidades. Ese año  fue nombrado miembro del Parlamento y vicesheriff de Londres.

 

Un año más tarde murió su esposa Jane y  Moro se casó con Alice Middleton, viuda, siete años mayor que Moro y con una hija; Alice. Tomás Moro era  hospedado y mayordomo en el Lincoln’s Inn, donde dictó conferencias entre 1511 y 1516.

 

Tras realizar una traducción, publicada en 1510,  de una biografía de Giovanni Pico della  Mirandola escrita por su sobrino Gianfrancesco, quedó prendado del sentimiento de la obra que adoptó para sí, y que marcaría definitivamente el curso de su vida.

 

La imagen que nos da Erasmo sobre Moro en sus cartas es la de un hombre cuya vida familiar era muy feliz, que gozaba con la compañía de sus hijos y fomentaba sus dotes intelectuales.  En 1515 comienza su carrera diplomática en Flandes, Calais (1517) y en su mismo país.

 

En 1515, Tomás Moro fue enviado como  embajador  comercial en Flandes. Ese año escribió el libro segundo de Utopía y un año más tarde el libro primero; la obra completa fue publicada en Lovaina. (La segunda parte de Utopía fue escrito primero).

 

 La obra de Moro; Historia de Ricardo III. (1513-1518), escrita en latín e inglés, aunque inconclusa, fue impresa en inglés de forma imperfecta en la Crónica, de Richard Grafton (1543) y usada por otros cronistas de la época como John Stow, Edward Hall y Raphael Holinshed, transmitiendo así material a William Shakespeare para su obra Ricardo III.

 

Dos años después, el día 1 de mayo se produce una revuelta en Londres contra mercaderes extranjeros, que Moro logra refrenar hábilmente, por lo que el rey Enrique VIII lo llama a su servicio como Consejero real.

 

 

NOTA; Este artículo en parte del I Capítulo del libro digital “TOMÁS MORO, POLÍTICO Y GOBERNANTE”, de José Gómez Cerda.