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ARTÍCULO DEL PADRE JOSÉ LUIS ALEMAN. SJ. ..HACE TRECE AÑOS

ARTICULO DEL PADRE JOSÉ LUÍS ALEMÁN.  Los cuadros de los dirigentes de las organizaciones

El 8 de marzo de 2006, el padre José Luís Alemán, S.J. publicó este artículo.

Trece años después lo recordamos…..

 

Los cuadros de los dirigentes de las organizaciones

JOSE LUIS ALEMAN SJ

El tema de este artículo me lo sugirió José Gómez Cerda, un veterano y probo dirigente sindical y escritor fecundo con fuertes raíces filosóficas y humanistas como pueden apreciar quienes lean uno de sus libros: “Arte, Filosofía y Política según Jacques Maritain”.

 

En su más reciente publicación “Sindicalismo en la República Dominicana”, ya hacia el final, trata el tema con esa mezcla de idealismo y de pragmatismo que caracteriza a quienes dedican su vida a una institución asesina que encadena a los suyos hasta el final sin importar el costo de oportunidad de ganancias económicas y de prestigio obtenibles en otros quehaceres.

 

  1. Hasta hace poco tiempo eran los sindicatos la bestia negra del capitalismo. Más que contrapoder equilibrador, como habría dicho Galbraith, eran herederos legítimos de la encarnación de aquel fantasma del Manifiesto del Partido Comunista que recorría Europa arrollando a la burguesía, su irreconciliable enemigo. El sindicalismo necesitaba entonces dirigentes ideologizados con vocación revolucionaria: la sociedad sería socialista o no sería.

 

  1. Ferdinand Lasalle el gran dirigente sindical alemán fue responsable visible, en verdad lo era la realidad sociopolítica, de un cambio epocal: los sindicatos convivirían con la burguesía siempre y cuando ésta aceptase las exigencias de la clase obrera. Lo que el sindicalismo necesitaba era conciencia de clase en los obreros y disposición a conquistar por el voto popular derechos económicos y ciudadanía política. Sus dos grandes armas serían la huelga y las subidas de salario pero su fuerza estarían en la experiencia profunda de una conciencia de clase solidaria.

 

 

  1. Más recientemente, y cito a Gómez Cerda, la Globalización ha cambiado “el mundo del Trabajo, por lo tanto el sindicalismo debe también cambiar; si no quedará rezagado… Nos guste o no, el sindicalismo debe aplicar los métodos modernos de actualidad y debe expresarse dentro del contexto que vivimos, sin negar los aspectos positivos del pasado”.

 

Nos conviene entonces echar un vistazo a lo que ha cambiado y a lo que no sería conveniente cambiar. La reflexión vale tanto para el sindicalismo como para los partidos, las iglesias y algunas organizaciones populares.

  1. Lo que ha cambiado

 

Prefiero resaltar los cambios observados por Gómez Cerda no sólo por el tema sino por la evidente justeza de su juicio.


Han cambiado: la formación escolar de los trabajadores y empleados, su deseo de prosperar económicamente y de dejar atrás la pobreza, la transformación tecnológica de la producción y la evolución del pensamiento político.

 

  1. Los trabajadores, como grupo social contrapuesto a los empresarios que daban empleo, tienen una formación escolar muy distinta de la de hace 20 años y ya en República Dominicana un “57% está actualmente en el sector informal”. La contraposición social entre burgueses empleadores y trabajadores empleados no es exclusiva y ni siquiera mayoritaria. Los trabajadores se desempeñan más en servicios (hotelería, restaurantes, transporte, profesionales, gobierno…) que en fábricas industriales.

 

  1. Los trabajadores no son solamente productores sino también consumidores. La relación salarios-precios es compleja y deslegitima luchas tradicionales por aumentos saláriales que no tengan en cuenta sus efectos sobre los precios. Como consumidores han aumentado la exigencia de calidad y confiabilidad de los servicios públicos.

 

 

  1. La tecnología tiende en las empresas a bajar costos, aumentar la productividad y reducir el trabajo personal. La comunicación social que antes era personal o telefónica y que unía individualmente a una persona con otra está siendo sustituida por medios electrónicos accesibles a millares de personas.

  2. d) “La evolución del pensamiento político, basado en el mercado, el dinero y la disminución del papel del Estado, está cambiando el papel del sindicalismo. Otros sectores como las ONGs y la sociedad civil están ocupando espacios que antes eran exclusivos del sindicalismo. Estamos perdiendo terreno”.
    Los efectos de estos cambios sobre el sindicalismo son patentes: en Japón y en los Estados Unidos los sindicatos perdieron la mitad de sus miembros en 40 años; en Nueva Zelanda y Portugal en sólo 10 años. En Israel la pérdida llegó a 3/4 partes en 10 años.

 

La misma tendencia se aprecia en América Latina. Sin embargo, según los datos ofrecidos por Gómez Cerda todavía en los grandes países los sindicatos comprendían más del 20% de la población económicamente activa: 42.3% en Argentina; 26.1% en Brasil; 22.3% en México. En República Dominicana alrededor del 13% de la población trabajadora está inscrita en sindicatos.

 

El reto máximo de la Globalización para el sindicalismo consiste en un escepticismo cultural generalizado sobre las utopías sociales que reduce las instituciones sociales a aspectos funcionales: “Actualmente existen muchos trabajadores que sólo tienen el compromiso de la afiliación, pagar su cuota, y su labor se limita a exigir a los directivos que los defiendan: también existen otros que desempeñan cargos de la directiva pero se limitan al cumplimiento estatutario de sus funciones (lo cual es muy importante pero no suficiente). Son todavía muy pocos relativamente los que se pueden calificar como cuadros militantes en su pensamiento y acción”.

 

  1. Lo que no debería cambiar

 

Gómez Cerda reclama que para mantener su esencia los sindicatos deben tener una inspiración humanista e ideológica y desarrollar autónomamente sus programas y estrategias de acción en defensa de la “clase” trabajadora en una sociedad altamente competitiva.

 

  1. En el fondo los sindicatos aun cuando comenzaron orientados a la defensa de sus miembros tienen una raíz humanista que se manifiesta de diversas maneras: creencia en la supremacía del hombre sobre el capital y sobre concepciones totalitarias de la sociedad. El bienestar y desarrollo de la persona humana no puede sacrificarse a favor de la técnica, de la rentabilidad o de la organización social. Por eso el sindicalismo busca la defensa de la persona trabajadora.

 

El objetivo del desarrollo personal no puede entenderse, sin embargo, individualmente, es decir centrado en el desarrollo exclusivo de una persona, ni tampoco materialistamente. El individuo debe desenvolverse en una sociedad comunitaria orientada al bien común, al respeto a todos y a la garantía de los derechos de la persona (libertad de opinión, de expresión y de reunión) y de los trabajadores.

 

  1. Para Gómez Cerda la ideología sindical consiste en “una serie de ideas lógicamente organizadas tendientes a plantear una jerarquía de valores que permiten responder a los problemas que surgen en los conflictos sobre las condiciones de vida y trabajo de la clase trabajadora”. Más concretamente: ideología es “un conjunto de posiciones coherentes sobre la naturaleza del trabajador, el sindicalismo, la familia, la sociedad y el trabajo a partir de principios, valores y una ética sindical”.

 

Entre los temas que hoy reclaman posición ideológica figuran “las empresas multinacionales, la privatización, el papel del Estado, la flexibilización laboral, la globalización, el mercado y problemas de actualidad como los organismos genéticamente manipulados… y la defensa del medio ambiente”.

 

  1. El sindicalismo autónomo significa derecho de auto-organización y de auto-dirección. El primero reclama que sean los mismos trabajadores quienes determinen la forma de organización y de lucha por sus intereses sin intromisión interesada (empresarial o política) ni paternalista (eclesial). El segundo pide que la dirección del movimiento quede en manos de los trabajadores “sin imposición de partidos políticos, gobierno o empleadores”.

 

La gran tentación del sindicalismo es el apoyo financiero y programático de los gobiernos que obviamente se logra a cambio de pérdida de la auto-dirección. En sistemas políticos democráticos ni los partidos ni los gobiernos pueden ser “monoclacistas”. Los sindicatos defienden los intereses de la clase trabajadora; en cambio los gobiernos representan a toda la sociedad y tienen que defender también los intereses de los comerciantes y de los sectores más adinerados. Probablemente si hay un elemento constante en la historia sindical es su lucha en contra de poderes fácticos estatales por lograr derechos y libertades para los trabajadores.

 

  1. La defensa de los derechos de los trabajadores en las sociedades globalizadas choca contra dos realidades: el cambio del “modo de producción” dominante y un mayor apoyo institucional estatal de los trabajadores.

 

A diferencia de tiempos de la revolución industrial la dualidad “burgueses-proletarios” que incitaba la lucha sindical al identificar sin ambigüedades quiénes eran los enemigos de la clase va siendo sustituida por la dualidad trabajadores-empleadores mucho menos clara. Muchos trabajadores lo son o pueden serlo por cuenta propia en virtud de su preparación escolar y del desplazamiento de la economía hacia los servicios. En general apreciamos una actitud menos agresiva incluso colaboradora con el capital.

 

Además puede cuestionarse con buenas razones si los “trabajadores” constituyen una clase social con adversarios y metas comunes. La aceptación, inevitable, del carácter de consumidores inherente a los productores plantea, como indica Phillips, la existencia de equilibrios múltiples entre combinaciones distintas de tasas de desempleo y de inflación que dificultan metas saláriales comunes.

 

  1. Generalización a todas las instituciones sociales
    Lo hasta aquí expuesto sobre los sindicatos y sus cuadros dirigenciales se puede resumir en tres puntos: educación para la acción, reconocimiento de nuevas realidades y peligro de manipulación política y económica. Es tentador tratar de generalizar estas conclusiones a organizaciones de base, sean religiosas, políticas o comunitarias.

 

  1. Probablemente la mayor debilidad de estas organizaciones está en su falta de educación “ideológica”. Suponemos con facilidad cierta comunidad de objetivos o de simpatías y consideramos innecesario dedicar tiempos y esfuerzos para una reflexión sobre los objetivos y valores que movilicen la acción. Pertenece uno a organizaciones “elegidas” más por nacimiento, simpatía o contagio que por convicción fundada en principios de acción que haya que esforzarse por cumplir.

 

Por supuesto ese tipo de cemento social es de mala calidad y no fragua sólidamente. En una sociedad rica en opciones de toda índole -religiosas, partidarias, profesionales, recreativas- no es fácil el compromiso leal con ninguna. Con frecuencia ni siquiera sabemos claramente qué se espera de nosotros ni por qué. Solamente con una educación seria sobre los valores, las metas y los métodos aceptables nos convertimos en “cuadros”, “dirigentes” o “asociados” militantes de las instituciones a las que pertenecemos por tradición o por contagio.

 

De esta falta de formación sufren a la larga casi todas las instituciones sociales. Su falta más llamativa, sin embargo, se registra en los partidos políticos. Cuando consideramos la política como si se tratase de la actividad compleja pero pragmática de conquistar o mantener el poder, los partidos y sus miembros necesariamente tienden a utilizar toda clase de medios útiles para ese fin. Por eso los “programas” de los partidos, cuando existen, resultan vagos y en cualquier caso poco creíbles, su acción es errática e inconsecuente para el bien común y las alianzas con antiguos adversarios o con grupos dentro de la misma institución sorprenden a amigos y enemigos.

 

La ideología expuesta por Gómez Cerda se desarrolla, más filosófica que teológicamente, en la Doctrina Social de la Iglesia Católica aunque es aceptable para cualquier denominación religiosa. Pero lo importante de toda ideología es que contenga valores y principios que sirvan como motivación primaria, como determinantes críticos de diagnóstico y como guías para la acción. Sin valores ni principios toda institución y más las partidistas entran fácilmente en contradicciones prácticas y acaban por defraudar a sus miembros. Tal vez la crisis mayor de nuestros partidos radique en la falta de educación “ideológica” de los dirigentes y de sus cuadros.

 

  1. Existe en dirigentes ideológicamente bien formados la tentación de ignorar cambios sustanciales de la realidad queriendo imponer a ésta soluciones que en otros tiempos eran válidas. La mayor parte de estos cambios nacen de cambios tecnológicos que afectan el modo de convivir en la familia, en la escuela y en el lugar y condiciones de trabajo que, a su vez, convierten en irrelevantes antiguos modos de conducta social y provocan disparidades con las normas de convivencia antes aceptadas. En esas circunstancias aferrarse las instituciones a planteamientos y soluciones válidas para el pasado las hace ser y parecer irrelevantes.

 

Ejemplos típicos de esta actitud son documentables en temas tales como el papel del Estado, el nacionalismo económico, la globalización, el imperialismo, el ocio y la misma comprensión de clases o grupos sociales.

 

Falta una educación ideológica

 

  1. Cuando faltan una educación ideológica o ésta conduce a ignorancia o condena de cambios sociales las instituciones pierden sentido para sus miembros. Al disminuir su entusiasmo los dirigentes experimentan pérdida de prestigio y de poder convocatorio.

 

Llegó la hora entonces de forjar alianzas con instituciones que a cambio de apoyo generalmente financiero ganan posibilidades de influir en la orientación y decisiones. Las instituciones se hacen meramente “funcionales”, capaces de captar recursos a repartir entre sus miembros. La repetición de los slogan iniciales en abierta contradicción con el comportamiento organizacional no basta para detener el deterioro de los grupos y ni siquiera sirven a mediano plazo a los intereses de instancias manipuladoras. Las instituciones viven por mera respiración artificial; su vida propia cesó.

 

  1. Conclusión

Fáciles y evidentes. Toda institución que no sea “natural” (tal vez sólo la familia y no necesariamente la patria al menos para Maritain en oposición a Edith Stein la profesora de filosofía alemana incinerada por judeo-cristiana y canonizada por Juan Pablo II) vive mientras sus dirigentes y militantes crean en sus valores, sean fieles a ellos, reconozcan los cambios impuestos por la vida y no se dejen manipular por quienes ofrecen regalos envenenados.

 

El mayor tentador es el Estado

 

Cuando adentramos el caballo de Troya con su carga de dinero en las murallas de la institución ésta comienza a morir. Al poco tiempo su respiración será artificial: no vive aunque lo parezca.

La conclusión vale para los partidos políticos.

José Luís Alemán, S.J.